DE LA LUNA Y LOS ECLIPSES (1)



LUNA MONTIELERA

Es la Luna Montielera,
sórdida belleza indómita,
criptogámica visión
de estanqueidad transida,
merodeador resabio
del resplandor crepuscular,
estratagema fractal
interactuando ante la impavidez
de un río correntoso
de recuerdos entreverados,
pululando desde épocas inmemorables,
aquíes, ahoras y para siempres.

Ícono raído de la rusticidad,
pulverulenta barranca,
anecdotario relical
codeándose irreverente
con los fuegos fatuos
de un cementerio olvidado.

Estoica, como el ñandubay
que se resiste a ser derribado,
persistente como el rechinar del bicherío
o el aullido del aguará-guazú,
incondicional acervo perenne
tatuado en la retina del paisaje,
increíbles e incontables leyendas,
historias del campo de pasión y locura.

Pidiendo pista, salta eyectada
al picadero azabache de la nocturnidad
para disputarle el firmamento
a las estrellas y a su brillo abrasador,
a quienes finalmente neutraliza,
borrándolas tras fragorosa lucha.
Será ella la diosa,
 suprema ensoñadora,
dueña de las cuchillas y la selva,
ensañada y voraz devoradora,
como el inexorable paso del tiempo.

Será ella indeleble,
como marca de vida,
pescadora de los sueños,
insalvable derrotero
de aquel que queda cautivo
por ese magnetismo salvaje.

En algún lugar de la Selva del Montiel, noviembre de 2005


LUNA ROJA

Casi en la penumbra,
todos los amaneceres de la tierra,
toda la ceniza de los volcanes,
todo el polvo de los vientos
y la polución antrópica,
todo trasiega en la luna
cuando ella transita así,
cansina pero presurosa,
nuestro cono de sombra planetario,

Y nosotros, presuntuosos,
que miramos azorados,
no comprendemos por qué
no nos vernos reflejados
en ese disco rojo…
Queremos vernos sombra,
o vernos penumbra,
como cuando asomamos
al borde de un abismo
y buscamos en las profundidades
nuestra sombra proyectada;

Pero olvidamos que, en esencia,
los humanos somos traslúcidos,
y dentro nuestro corre
un verdadero río de sangre;
y así, bajo esas circunstancias,
la luz del sol atraviesa la anatomía
de todos los bípedos dotados de raciocinio
que deambulan por la Tierra;
y así de atrevidos,
esos fotones destripadores
se lanzan al espacio
para teñir de rojo la luna.

Eclipse de luna del 21/02/2008, Bariloche


ROJO SOBRE AZUL PROFUNDO

La penumbra es más penumbra
cuando el amanecer la desdibuja.
Ella, que había soñado acaparar
la pantalla grande de la noche
(y de hecho lo hizo por un rato),
ahora está en problemas,
se le viene el amanecer encima,
empieza lentamente a desdibujarse
y no sabe cómo hacer para persistir,
para no perder ese status
que trasunta en adoración.
De a ratos se las rebusca,
se vuelve singular,
porque,
si es raro ver un eclipse,
más raro aún lo es verlo
rojo sobre azul profundo.

Así la luna se defiende
del invasivo resplandor crepuscular,
que encandila y enceguece,
que engulle todos los rasgos
de la noche en fuga;
es su última jugada,
la estocada final,
el último dardo tranquilizante,
que así, disparado casi a desgano
resulta ser certero,
de cicatriz indeleble,
directo al corazón rojo
en un cuerpo azul profundo

Eclipse de luna del 21/12/2010, Bariloche

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